La Generalitat pone en marcha la construcción de la Hacienda propia para Cataluña
Agosto de 2025. Este mes conocíamos la noticia de que el gobierno autonómico de Salvador Illa (PSOE) estaba destinando más de 400 millones de euros a poner en marcha la estructura de la Hacienda propia para Cataluña, otros de los pactos de Pedro Sánchez con los partidos independentistas a cambio de mantenerse en el poder.
Varios juristas afirman que esta nueva cesión será declarada "inconstitucional" (al atentar contra la igualdad de todos los españoles y la forma del estado autonómico), quedándose en agua de borrajas (si bien, por el momento ya se han pulido 400 millones que finalmente apoquinaremos todos los españoles gracias a medidas como la condonación de la deuda pública catalana aprobada también por Sánchez).
Sin embargo, la misma situación de inconstitucionalidad se dio hace meses con la amnistía, y finalmente acabó saliendo adelante contra todo pronóstico (a base, por cierto, de retorcer el espíritu de la ley y manipular políticamente al Tribunal Constitucional).
De esta forma, existe la posibilidad real de que en un tiempo Cataluña sea la única región de España con una hacienda propia que recauda todos sus impuestos,(salvando las distancias con los regímenes forales recogidos en la Constitución de País Vasco y Navarra) y para la cual -según parece- no se van a escatimar medios (mientras, por ejemplo, las listas de espera en la Sanidad catalana se han disparado a máximos históricos o el nivel de su sistema educativo ha caído al tercer puesto por la cola a nivel nacional, solo por detrás de Ceuta y Melilla).
¿Alguien duda de que Cataluña se convertirá en un terrible "infierno fiscal" con una Hacienda propia dirigida por el PSC, ERC y Podemos?
De entrada, consumar una nueva ruptura de los ciudadanos catalanes con respecto al resto de españoles, cediendo también la fiscalidad al gobierno autonómico de Cataluña, suena como un nuevo y preocupante hito en el proceso de destrucción de España.
Sin embargo, analizándolo fríamente, "disfrutar" de una Hacienda propia -dirigida por fanáticos de izquierdas- es quizás lo que se merecen (y lo que piden a gritos) los nacionalistas catalanes.
Es decir, este es un maravilloso ejemplo de lo que se suele denominar mano de santo para curar el fanatismo, regalo envenenado, karma que viene con la mano abierta o una ventana de oportunidad para que muchos se den cuenta por fin de que siendo parte de España -y compartiendo sus instituciones- se vive mucho mejor.
Y es que (desde el razonamiento de cualquier ciudadano normal y trabajador medio) resulta difícil concebir una mayor demostración de "fanatismo irracional" que el hecho de demandar imperiosamente otra Agencia Tributaria aún más cercana, más controladora, más voraz y más recaudadora para una de las regiones del mundo cuyos ciudadanos y empresas pagan más impuestos (la mayoría autonómicos) y son sometidos a una mayor presión y esfuerzo fiscal.
Así, gracias al "karma" desplegado por la nueva Hacienda de Cataluña:
1) Los contribuyentes catalanes (ciudadanos y empresas) van a ser los más controlados fiscalmente de España y posiblemente del mundo (gracias a este nuevo organismo mucho más cercano, especializado en ellos y para el cual no se van a escatimar medios).
2) Conociendo además la ideología, los antecedentes y la forma de gestionar de quiénes gobiernan la Generalitat (PSC, ERC y los Comuns-Podemos), es más que previsible que la presión sobre el contribuyente y los impuestos vayan en aumento en Cataluña, convirtiendo a esta región en un terrorífico "infierno fiscal" (que ya lo es actualmente, pero que amenaza seriamente con empeorar).
Recordemos además que, dado su gran endeudamiento, bajas calificaciones crediticias y pésima gestión, desde 2012 la comunidad autónoma de Cataluña viene estando excluida de los mercados financieros para emitir deuda pública, dependiendo casi en exclusiva del Gobierno central de España -a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA)- para obtener financiación.
3) Cataluña se convertirá así -con toda seguridad- en un destino que los inversores (y posiblemente muchos ciudadanos trabajadores) tratarán de evitar dada la mayor persecución fiscal a la que serán sometidos.
De hecho, varias empresas (algunas de ellas, grandes corporaciones) ya han mostrado su inquietud ante la posibilidad de que este proyecto sea finalmente una realidad.
4) Y no solo eso, sino que es más que previsible que miles de empresarios catalanes (grandes y pequeños) decidan nuevamente trasladar las sedes de sus negocios a otras regiones de España que ofrecen una menor fiscalidad, menos control para el desarrollo de su trabajo y una mayor seguridad jurídica, provocando una nueva fuga masiva de capital que incluso podría poner en jaque al sostenimiento de esta Hacienda propia.
De hecho, en lo que llevamos de año 2025 (precisamente ante inquietantes noticias como esta), la salida de empresas de Cataluña vuelve a crecer, de forma preocupante para para los catalanes, y con cierto regocijo en las regiones que gustosamente las acogen.
5) Inseguridad jurídica: por si fuera poco, tras conocerse esta noticia y dada su gran repercusión legal e imprevisibles consecuencias, muchos empresarios catalanes han manifestado su intención de seguir tributando a través de la Hacienda española, básicamente por una cuestión de "seguridad jurídica" -pues el hecho de que la Hacienda catalana pueda empezar a operar pendiente durante años de una resolución judicial sobre su constitucionalidad, es algo que genera bastante intranquilidad-.
Por estos motivos, la creación de la Hacienda catalana (con los objetivos de vaciar más y mejor el bolsillo de los catalanes, y por supuesto, de no compartir la recaudación con el resto de españoles) amenaza con provocar allí una nueva estampida de negocios e inversores mayor, incluso, que la ocurrida durante los peores momentos del "procés" y que contrajo seriamente el PIB de Cataluña.
Por tanto, sea uno nacionalista o no, pedir a gritos que te instalen en la puerta de tu casa un organismo recaudador mucho más voraz, acosador y controlador, capaz de empeorar la calidad de vida de los ciudadanos, de entorpecer aún más la actividad de las empresas y de ahuyentar inversiones y progreso no deja de ser un nuevo tiro en el pie.
Como se suele decir, en el pecado llevan su penitencia.
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